lunes, 26 de diciembre de 2016

Reset

PH: Tropical Toxic.
de a poco, muy de a poco
va recuperando la risa
instintiva
no piensa de qué se puede
reír y por qué
no piensa
de a pasos cortos
traga las palabras desde
la boca a la cabeza y
de ahí, a la mierda

sí, respira
porque este siguiente rato
no es el que pasó
mañana es mejor
de ir de a poco, muy
a pasos cortos
se olvida de ir
de a poco, a pasos cortos
es otra de la que era
ya, soy

jueves, 22 de diciembre de 2016

Vivir

"El hecho de que aquel hombre recordara con tal precisión objetos que sólo había visto una vez y que no habían significado nada en su vida más que por un breve instante, a A. le impresionó como algo sobrenatural. Advirtió que Ponge no hacía diferencias entre el acto de escribir y el acto de ver. Es imposible escribir algo que no se haya visto previamente, pues antes de que una palabra pueda llegar a la página, tiene que haber formado parte del cuerpo, tiene que haber sido una presencia física con la que uno haya convivido, igual que convive con el corazón, el estómago y el cerebro. La memoria, entonces, no tanto como el pasado contenido dentro de nosotros, sino como prueba de nuestra vida en el momento actual. Para que un hombre esté verdaderamente presente entre lo que le rodea, no debe pensar en sí mismo sino en lo que ve. Para poder estar allí, debe olvidarse de sí mismo. Y de ese olvido surge el poder de la memoria. Es una forma de vivir la vida en que nunca se pierde nada".

***

"Es la verdad más simple: la vida pertenece sólo a aquel que la vive; la vida misma se encargará de reclamar a los vivos; vivir es dejar vida".


La invención de la soledad, Paul Auster, 1982


***

sábado, 17 de diciembre de 2016

viernes, 11 de noviembre de 2016

Los movimientos del cinco

Sueño fútbol desde que los viernes a la noche me ponía las medias del Argentino antes de irme a dormir, para levantarme al otro día, ir al club y jugar con mi categoría la fecha del baby. Ese día fue mi segundo de entrenamiento en las divisiones inferiores de Deportivo Morón, lo que suponía el comienzo de la carrera. Había empezado con una patinada, dándome la cabeza contra el piso.

Porque estoy en pelotas, a punto de abrir la canilla de agua fría por segunda vez. Al mediodía, cuando llegué de la práctica, me bañé y comí. Pero después de tirarme en la cama y sentirme acalorado, algo sofocado, decidí volver a meterme en el baño. Al fin y al cabo es enero, y en el techo la membrana arde. Estiro la mano y la choco contra la pared sin revocar. No sé si se movió la canilla o si me moví yo. Ese mareo, me digo, se va a ir con la ducha.

Con el secador, acerco el agua a la rejilla. Lo mínimo para poder pararme en un cuadrado, secarme y ponerme el calzoncillo. Voy a volver a recostarme en la oscuridad de la pieza y, a lo sumo, poner algún partido en la tele, de fondo, para estudiar los movimientos del cinco. El primer intento confirma que la inestabilidad permanece en el cuerpo. Me encorvo, apenas; levanto el pie derecho y le erro al calzón, paso de largo y rozo la tapa de plástico del inodoro.

Antes de que lo vuelva a intentar, se corta la transmisión: el punto blanco al centro, la pantalla en negro, el silencio.

Afuera, mi vieja trabaja los detalles con perlas de un vestido de una mujer que se va a casar. Mi hermana juega en la computadora a Los Sims. Mi viejo salió a hacer el reparto con el auto. Pasa el tiempo. No salgo del baño. Llaman por teléfono. Es para mí: mi amigo Seba. Golpean la puerta, me llaman, gritan, no respondo. Mi vieja piensa que pasó lo peor y, esta vez, no está lejos del dramatismo. Mi hermana escucha y la garganta le comienza a picar. Adentro estoy tirado en el piso, el culo de costado, la espalda retorcida, un golpe en la cabeza, los dientes apretados, bañadito. La puerta está cerrada con llave. A los catorce años no está bueno que alguien entre en un descuido y, oh, te vea desnudo.

Si dormir es estar un poco muerto, tener una convulsión en bolas sobrepasa cualquier vergüenza. Las tres puertas del pasillo que conectan con el living se abren con una misma llave. La opción de tirar abajo la puerta crece a medida que mi vieja empuja la llave puesta con otra de las llaves de las puertas. A cada segundo que escucha el llanto de niña de mi hermana. En cada puteada a mi viejo porque justo en este momento está ausente. Por cada nervio que le recorre y le recuerda el abandono de su padre. Hasta que logra sacarla de la hendija, y la llave cae, rebota y choca contra mi cuerpo. Mi tía, su hermana mayor, la que la cuidaba de chica y ahora le ayuda en la casa y con los vestidos, ya está en la puerta con el vecino y su auto encendido.

–¿Puedo seguir jugando, no? –le pregunto a mi viejo cuando abro los ojos en la clínica, aún con un hilo de baba en la boca. Recién después levanto la sábana: tengo puesto el peor calzoncillo del mundo.

jueves, 13 de octubre de 2016

Gud

Gracias, Virumancia.
Goodfellas se acerca manso al costado de la reposera, moviendo la cola. Se cuida de poner la trompa arriba de la mesita y hacer peligrar la estabilidad de la botella de cerveza.

-Buen muchacho, Gud, buen muchacho.

Desde que leyó que el lobo es el macho alfa por excelencia del reino animal, y no por mostrar los colmillos y guerrear con los otros, Ezequiel quiso tener un ovejero alemán, lo más parecido a la locura de tener un lobo en el parque de la casa. Ahora lo acaricia, le estira los ojos hacia atrás, y lo mira fijo. El silencio los hace poderosos. De pronto, se distrae con un bicho que se posa sobre su pie derecho descalzo. Ezequiel patalea. Acto seguido, empina el chop y mira al cielo.

Gud le jadea. Si pudiera definir la felicidad, diría más tarde que es eso: la cerveza refrescándolo, el calor de noviembre en el aire, el perro haciéndole sentir que aunque piense que el precio de la libertad es la soledad, está ahí para acompañarlo. Gud sale disparado hacia la pared del fondo. "Debe ser ese gato", se dice Ezequiel, que ha visto a ese gato lastimado caminar por los vidrios de las medianeras y abajo del motor de la camioneta.

Desde adentro de la casa, se escucha que Ayelén pone esa canción de New Order que tanto le gusta. A él nunca le llamó la atención, pero mientras ella se acerca y le dice que la próxima le toca a él armar la picada, le suena mucho mejor, le agrada. Debe ser por eso del nuevo orden, aunque suene estúpido, o porque Gud vuelve y le sonríe. A la distancia, Ezequiel le tira un pedazo de queso, como si fuera un delfín premiado de Mundo Marino.

-Buen muchacho, Gud, buen muchacho.

Ayelén le advierte que la termine con ese latiguillo, y le vuelve a llenar el vaso de cerveza a punto.

lunes, 22 de agosto de 2016

Tratado sobre la hijaputez

–La pregunta es esta, mi amigo: ¿hay tantos hijos de puta como uno cree, o la influencia de los hijos de puta sobre sus semejantes es mayor que la de la gente buena, y es por eso que uno cree que son más que los que en realidad son?
Fontana camina con las manos en los bolsillos y la mochila a la espalda y deja que Perlassi cargue con el detector de metales, la brújula y el plano.
–Tendríamos que tener un Movicom –dice Perlassi, más atento a las dificultades prácticas de la tarea que a las elucubraciones filosóficas de su amigo.
–¿Y para qué queremos un Movicom? Si acá no hay señal, y donde están Hernán y Belaúnde tampoco.
Perlassi no puede menos que darle la razón. Pero se supone que tienen que actuar sincronizados, y tiene miedo de retrasarse. Después de todo, son dos viejos siguiendo un cable enterrado por el medio del campo.
–¿Qué decías?
–Nada, nada. Yo te estoy haciendo un tratado sobre la hijaputez y vos estás más preocupado por llegar a horario.
–Hablando de horario, Belaúnde seguro que tiene todo calculado.
–Cierto. Pero nosotros vamos a llegar bien. A ver, dejame ver el mapa.
Se detienen y Perlassi obedece. Fontana recorre con el dedo lo que llevan caminado. Los López hicieron un buen trabajo. Dedicaron dos semanas a seguir el trazado de las dos líneas de cables y a dibujarlo en el mapa. Muy rápido se dieron cuenta de que Hernán tenía razón. Los cables no iban a campo traviesa, sino siguiendo los caminos de tierra. Esa situación les facilitaba a ellos las cosas, aunque los obligaba a ser prolijos tapando los pozos. No permanecerán cubiertos por los pastizales sino que quedarán ahí, junto a los caminos, por más secundarios y borrosos que estos sean.
–Es acá –dice Fontana. Acá por donde mejor nos parezca. Pero acá.
Perlassi siente cómo le sube la angustia por la garganta. Pensó esta escena mil veces. Pero una cosa es pensar las cosas y otra bien distinta es, por fin, hacerlas. Fontana se quita la mochila de la espalda y saca las dos palas cortas. Saben que el cable no corre a más de treinta centímetros de profundidad, de nuevo como anticipó Hernán Lorgio. Empiezan a cavar.
–¿Sabés cuál es mi duda?
Perlassi habla mientras hunde la pala. Evitan que la tierra que extraen se esparza demasiado.
–Si los tipos como Manzi piensan que los hijos de puta son ellos o son los demás. Los que le hacen la contra.
–No entiendo.
–Claro. Manzi nos cagó. Eso nosotros lo sabemos. Pero Manzi: ¿piensa que nos cagó? ¿O piensa que hizo un negocio y que, de haber podido, nosotros habríamos hecho lo mismo?
Fontana, que detuvo su labor mientras el otro hablaba, retoma las paladas. Tres, cuatro veces, hasta que siente que la pala ha tocado algo. Le hace un gesto a Perlassi para que se detenga. Con extremo cuidado raspa el fondo del pozo. Ahí está. Un cable negro de más de una pulgada de diámetro. Siguen trabajando alrededor, ensanchando el espacio y el tramo descubierto de cable.
–Ojo. No nos zarpemos con abrir mucho, que después va a quedar demasiado a la vista.
–Tranquilo, Fermín. Ya sé.
Cuando tienen un segmento de unos treinta centímetros liberados dejan de sacar tierra. Fontana hurga en la mochila y saca una tenaza con el mango aislado. Dispone el pico sobre el cable y mira a Perlassi, que a su vez revisa su reloj, un Seiko automático “del tiempo de la inundación”, como decía Silvia burlándose de él y de su cacharro.
–Son las diez menos uno –informa Perlassi.
Fontana asiente.
–En eso tenés razón –dice.
–¿En que son las diez menos uno?
–No. En que casi todos los hijos de puta se creen que no son hijos de puta.
–Qué bueno, ¿no?
–¿Qué cosa?
–Eso de ser un hijo de puta y creerse buena gente. Hacés lo que querés. Cagás a medio mundo y dormís como un angelito.
–¿Vos decís? ¿Dormirá como un angelito?
Perlassi vuelve a mirar el reloj.
–Son las diez en punto.
Fontana toma aire, aferra los brazos de la tenaza y hace un corte enérgico. Se escucha el chasquido de los filamentos de cobre al separarse. Eso es todo. No hay chispazos, no hay ruido, no hay nada.
–De una cosa estoy seguro, Fermín –dice Fontana mientras se incorpora. Tanto tiempo de rodillas hace que le duelan las articulaciones. Este hijo de punta de Manzi no va a dormir más como un angelito. Te lo garantizo.
De inmediato comienzan a tapar el pozo.

La noche de la Usina, Eduardo Sacheri, Alfaguara, 2016

miércoles, 10 de agosto de 2016

Tío Boris

–Rossi, en ese partido que jugaron y perdieron como perros, no tendría que haber jugado. Tenía así el dedo gordo del pie.
–¿Con Checoslovaquia, en el Mundial de Suecia, en el 58?
–Lo llenaron de goles. El tipo no podía patear. Por más que gritara, y los hacía correr, porque él era el técnico adentro de la cancha. Pero… ¿Por qué no dejaron a los jugadores que tendrían que haber ido? El grupo ese que clasificó, ese que vaya.
–¿No fueron por el técnico?
–¡No! El técnico era el mismo. Lo llevaron a Sanfilippo y no jugó ni un partido.
–Ah, porque Angelillo, todos esos, se fueron a Europa y jugaron para las selecciones europeas.
–En el 57 fue, sí. A Sanfilippo lo llevaron para venderlo.
–¿Jugaba bien? Porque ahora es insoportable, habla pelotudeces.
–Lo que pasa es que Sanfilippo jugaba porque los que estaban al lado le servían la pelota. Los dos entrealas jugaban para él, el 8 y el 10. Es así. Es lo mismo que cuando estaba Di Stéfano. A Di Stéfano en River le tocaban una pelota adentro del área, y siempre llegaba primero él, de la velocidad que tenía. Tal es así que cuando fue a Huracán, que lo dieron, empezó a hacer lío. Y después descendieron, ja. Y cuando se fueron a Colombia, que fue Cerviño de Independiente, fue… ¿Cómo es? Pedernera… ¿Quién era el otro? De los grandes grandes. Fueron todos, en el 48, que hubo huelga y salió campeón Independiente. Y cuando volvió Di Stéfano a River lo vendieron a los gallegos. Jugó uno, dos partidos, y lo vendieron. Pero para mí, para mí, el más completo de todos los jugadores que haya visto fue Di Stéfano. Hasta en el arco atajó una vez. Estuvo 20 minutos en el arco.
–¿En River?
–Porque se lesionó Carrizo. Le dieron un golpe. Hasta que se recuperó, estuvo 20 minutos.
–Jugaba diferente a Maradona, a Messi.
–El tipo… Corría por todos lados.
–Maradona y Messi juegan más arriba. Era más como Cruyff, que bajaba y arrancaba.
–Es lo mismo que cuando apareció Sívori en River. Sívori, una vez, jugando con Ferro Carril Oeste, pateó una pelota y el de Ferro le puso la planta del pie. Le dio con todo, Sívori ganó la pulseada, y se fracturó el pie. El que jugaba lindo también era Cejas, en Lanús, el 9. En Quilmes, cuando subió en el cincuenta y pico, estaba Paraja, otro 9. Ese también.
–Este jugaba bien también le digo, ahora, al tío Boris, Boris Yoncheff, 80 años, hijo de búlgaros, mi padrino, gallinón como pocos, cabeceándole al televisor en el comedor de su casa.
–¿Quién?
–El mellizo. Guillermo. No hay muchos que jueguen como él, que era 7, sólo 7.
–No sé si vos sabés cómo jugaban antiguamente. Arriba armaban el 7 y el 11, y el 9. El 8 y el 10 eran los que arrimaban la pelota, y el 5 era el que ordenaba todo el juego. River tenía a los dos 5 de la Selección. Rossi y Rodolfi, Bruno Rodolfi. Era muy buen jugador. También ese duró poco. Y en River apareció un pibe una vez, en la década del 50, Spada. Jugaba un montón. Se lesionó la rodilla y se terminó, no jugó más.
–En esa época una lesión te sacaba.
–Según la lesión. José Manuel Moreno jugó en River, en Boca y en Ferro. Yo lo vi en Ferro. Cuando jugaba en Boca, en el campeonato, Racing tenía un colorado grandote, Rastelli. Y Moreno arriesgó mucho el físico. Moreno era un tipo que volaba. Se tiraba en palomita y se llevaba a todo el mundo por delante. Tal es así que en El Gráfico estaba la mano de Dios… Con Gimnasia: iba volando así, la pelota lo pasaba y la mano acá. ¡Pero clarito clarito! Y dicen la mano de Dios… La mano de Dios es de hace mucho tiempo. 
–Maradona no inventó nada.
–Es la segunda mano de Dios. Moreno calzaba 38. En Ferro lo vi. Allá en el Chaco cuando fueron a jugar con la selección de la ciudad. Hacía lo que quería.
–¿Moreno o Di Stéfano?
–Moreno, porque arriesgaba... Pero como jugador jugador, que jugaba en todos lados, Di Stéfano. Moreno fue a México, un año, y cuando vino acá, River jugaba en la cancha de Atlanta; y cuando agarró la pelota el alambrado hizo así, ja… Se metieron todos, se derrumbó todo, suspendieron el partido. Y en un partido con Gimnasia La Plata se armó una trifulca. Lo querían linchar al referí. Y entre Pedernera y Moreno lo metieron al referí al medio: mono que se arrimaba, mono que quedaba culo pa' arriba. Moreno empezó como boxeador, y en cuanto lo noquearon una vez, no quiso saber más nada, ja. Fue a Boca, y lo echaron. Le dijeron que no servía para nada. Le pasó lo mismo que al chileno.
–¿Salas?
–Salas, sí. Hay cosas…
–Y que a Messi, que cuando era chico no lo aceptaron en River.

jueves, 7 de julio de 2016

El Diego

¿Vos sos del palo de la música electrónica?
No, ni en pedo, yo soy del rock and roll, papá. Cuchácuchácuchá: Luca, el Indio…
¿Y el más grande quién es?
El más grande… ¿Quién va a ser el más grande, papá? El Diego, hermano.
Es así.
Y… Se me llenan… Mirá mirá: se me caen las lágrimas, bol... El Diego, loco. El Diiiiiego. El Diegote. El que lo bardeaba a… A los Grondona… Ese es el más grande de toda la vida, de toda la historia. El Diego Armando Maradona. Acá, papá. Acá, chabón. Fenómeno, drogadicto, lo que sea, papá. Yo te llevo en el alma, loco. Este es el más grande. Este se la jugó por la Argentina. Perón robó, todos robaron. Este, con el tobillo así con Brasil, le hizo así: “¡Caaaniii! ¡Caaaniii!”. ¡Pum! Y quien… El futbolero lo entiende, hermano.

lunes, 6 de junio de 2016

TV

"La magia de la televisión (por repetir una frase de Pipo Mancera) nos ponía frente a la posibilidad novedosa de seguir paso a paso estas aventuras, acompañando a los equipos argentinos en tierras cada vez más remotas contra equipos cada vez más mitológicos. Siempre pienso, con la doméstica liviandad analítica que me caracteriza, que si la televisión hubiese sido inventada con la sola finalidad de transmitir fútbol en directo, ya estaría justificada. Ampliamente justificada".

No te vayas campeónRoberto Fontanarrosa, Sudamericana, 2000

sábado, 7 de mayo de 2016

Calcio

"El calcio es muy especial. Ningún país vive el fútbol como Italia (quizás Argentina, que no conozco) y nadie es tan imaginativo, tan farsante y tan estupendo como los italianos. El calcio ofrece mucho que contar: las tragedias del Torino, la arrogancia de la Juventus, la locura de la Roma, los disparates del Inter, las aventuras de Silvio Berlusconi y el Milan... El periodismo deportivo italiano ha dado grandes narradores, desde el patriarca Gianni Brera al contemporáneo Gianni Mura. Leerles es un placer muy instructivo. Ningún cronista, sin embargo, alcanza la brillantez de los anónimos inventores de pancartas.
En los estadios italianos, como se sabe, las dos aficiones suelen mantener un diálogo burlón a través de las pancartas. También se pegan y exhiben inscripciones miserables, pero dejemos eso al margen. Escribir una gran pancarta de curva (la grada más barata, donde se concentran los tifosi sfegatati) es un arte que se practica en secreto, para evitar el espionaje rival. Cuando la afición contraria averigua el mensaje, la réplica puede ser demoledora.
En 2001, los giallorossi de la Roma prepararon un cartel colosal para el derbi contra los biancazzurri de la Lazio. La Roma era campeona y la ocasión merecía la poesía más excelsa. Cuando saltó al césped el equipo romanista, sobre la curva se alzó un texto gigantesco en su honor: 
Mira a lo alto, sólo el cielo es más grande que tú. Segundos después apareció enfrente, en la curva de los laziali, otra pancarta de igual tamaño: Tenéis razón, es blanquiazul’".
Historias del calcio, Enric González, RBA, 2007

domingo, 1 de mayo de 2016

Plumas

"Hay mucho más narcisismo en los terrenos del periodismo y en la literatura. Me parece que es porque hay poca plata. Cuando hay mucha plata de por medio, la preocupación es otra. Hay un capital simbólico que es el reconocimiento. Entonces, el escritor, el poeta, que obviamente no gana mucha plata con la literatura, necesita algún tipo de reconocimiento y está todo el tiempo como si fuese una especie de pavo real mostrando las plumas, qué es lo que escribe, qué es lo que hace... Insoportable".
Sergio Olguín, acá, mientras charlaba con Ricardo Ragendorfer.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Estado de ánimo

"He estado mucho tiempo, por el tipo de actividades que hago en un grupo de rock que, de alguna manera, es considerado subterráneo, en lugares como éste, en sótanos. Y aquí se da cuenta uno por qué es útil proteger el estado de ánimo de la gente. Yo le diría a la gente, a la señora que pueda estar viendo esto, que cuide su estado de ánimo, porque las ratas se ríen de nosotros. He ido reconociendo a través de mi vida ámbitos que son fastos para que mi estado de ánimo sea protegido, sea defendido, no sea humillado, no sea vilipendiado. Eso me ha ocurrido en lo subterráneo, en toda esa información que mutiló y separó como bastarda, como inútil, hasta como pecaminosa, las instituciones, la lectura oficial. Que ha ido dejando desde los poetas malditos, todo eso que ha ido dejando de lado como inútil y ha convencido a la gente... La gente cree que la vida es el noticiero de ayer, no nos engañemos. Vos vas a un trabajo, y compartís un almuerzo de trabajo con la gente, y la vida, lo que le pasó ayer, lo que te transmite, lo que te llega de su vida, es el noticiero de ayer, ni siquiera el noticiero de mañana".

domingo, 13 de marzo de 2016

Nosotros

Pensamos las fotos que no sacamos.
Sobre el acoplado de un camión, cuando el día le deja el paso a la noche y el color de Tandil es anaranjado, un flaco con gorro piluso flamea una bandera y, abajo, el malón que camina hacia el recital. Nou click. No la sacamos por paja. Pero, sobre todo, porque el aquí y ahora es más potente -es, ya no es-, porque estamos de acuerdo con el paisa Pablo Emilio: los mejores momentos de la vida, humanito mío, no se publican: se disfrutan. Un Fiat Uno cubierto de polvo con el baúl abierto va a paso de hombre por la ruta provincial 226: hacia afuera, un parlante casi del tamaño del auto tira las canciones de los Redondos con un sonido crujiente. Podría ser otra foto. Como, mirá, pelotudo, mirá eso…
Pero no.
A la mierda.
Somos nosotros: estar entre nosotros, bancarse entre nosotros, conocerse entre nosotros, repetirse entre nosotros, jugarse entre nosotros, recargarse entre nosotros: ser, a pura muerte, a todo gramo, uno y nosotros.
"Y es que de todo esto sólo quedarán cenizas, quedará el recuerdo, serán anécdotas, serán historias de vejez, de que algún día un grupo de amigos, de hermanos, compartieron una noche de música, una noche de amistad, retratada en nuestras pupilas”, escribe el Negro Luis Fernández.
Y el día después,
que es domingo,
es más domingo
que cualquier otro.

lunes, 7 de marzo de 2016

Erotismo

"El discurso artístico se vuelve un cuerpo erótico cuyo poder de seducción radicaría en la demanda de una interpretación. Lo oculto, lo prohibido, lo invisible, lo reprimido representan la posibilidad de que el lector o espectador se vea envuelto y seducido por las palabras o imágenes y se aproxime al objeto con el deseo de descubrir el velo, de transgredir la obra y ejercer una violencia para hacerla hablar".

Elena Bossi
en Húmedo y vertical. Surrealismo erótico
Eduardo Santellán, 
La máquina de coser paisajes, 
2010

viernes, 26 de febrero de 2016

El gol

-Con mi viejo no sé cuánto tiempo podemos hablar de fútbol… Mi viejo se llama José. Es maestro de escuela jubilado. Estuvo preso durante ocho años, sobre todo en el Penal de Libertad. Fue militante tupamaro. Y ahora trabaja en la dirección de la coordinación de educación y cultura del Instituto Nacional de Rehabilitación. Mi viejo me contó toda su vida un gol cuando estaba en cana en la dictadura, entre el 74 y el 82, rodeado de milicos que llegaban a poner guita para ver qué equipo de presos ganaba. Mi viejo jugaba de 9. Agarra una pelota mal picada, la toca con el taco por arriba a un volante, la acomoda y viene el zaguero y como si nada se la tira con el taco por arriba, y se va a enfrentar con el arquero, el Memo, y se la toca de vuelta por arriba de taco: tres veces la misma jugaba. Y cuando la frena para definir se para y le amaga que la va a tocar a un costado y se la toca para el otro y el arquero se desparrama a un costado… Me gustaría decir que el gol fue a la izquierda y el arquero también fue para la izquierda… Golazo, y los milicos aplaudían en plena dictadura. Tá. Una vez, en una comida entre presos políticos, fuimos todos los hijos. Vino, asado, rituales paganos, y mi viejo me dice: “Este es el Memo”. Le miro las manos y eran así, enormes, él corpulento, y le digo: “Memo, tengo que hablar contigo. ¿Cómo fue el gol? Decime la verdad”. Me dice: “No sé cómo te lo cuentan”. “Decimelo vos”, le digo. Y me lo contó: “La pelota le picó mal se la tiró por encima al volante la enganchó de taco por encima del zaguero y cuando yo le salí me la pasó por arriba me hizo un amague y me la puso contra el palo contrario y los milicos aplaudían”. Era tal cual.

Agustín Lucas, futbolista y poeta

miércoles, 27 de enero de 2016

Deseo I

"El vacío de la cama doble es todo nada sin Usted. Le hablo como en nuestras cartas, se acuerda. El tiempo del deseo es más real que el tiempo de los relojes. No tiene medida, no pretende tenerla. En nuestra correspondencia el cuerpo es ayer. El deseo está más allá de lo físico. Eso llega más tarde. Tal vez porque el deseo no es otra cosa que alma. Y el alma no conoce el tiempo ni el espacio. El deseo surcó mares, tempestades, cedió a derivas en la marea de otros cuerpos, otras pijas, otras conchas y otros culos. Nómades, estuvimos anclados. Náufragos, nunca nos extraviamos. Ni la religión ni la ciencia pudieron contra nuestras ganas del otro. En nuestra lápida las calentonas estamparán un beso y los calentones salpicarán nuestro epitafio con su esperma. Y todo tan rápido, tan rápido".

Amor invertidoGuillermo Saccomanno y Fernanda García Lao, Seix Barral, 2015